OTACOCHA
Autor: Víctor Delgadillo Vilcachagua - Shago
Revisando un cajón de viejos trastos y recuerdos, encontré un par de discos de vinilo de 45 rpm (singles) del sello IMSA Manturano, de esos que ahora se miran pero no se tocan (porque no hay tocadiscos); de solo ver los títulos de las canciones: “Verbenita”, “Gorrión Cantor”, “Mito Cuesta”, “Mi Quipan” (Autoría de Juan García Campos, canta Zoila Esperanza, acompaña Napoleón Mosquera y su arpa), me llegaron a la mente las melodías, las letras y aquellos paisajes Quipaneros vividos allá en la niñez:
En mi corral de Pishcumarca
Hay una hermosa piedra huancaDonde cantan las pichauchas
Mi inspiración y mis ideales.
Mas abajito, en Otacocha
Aguada de las palomitas
Allí relatan y comentan
La triste vida que yo llevo.
Cuanto te jactas mentiroso
Que no conoces un cariño
Sin embargo en Otacocha
Se publican tus amores.
Como dice el dicho: “recordar es volver a vivir”, esos recuerdos me trasladan inmediatamente hasta Otacocha de los años cincuenta, cuando mamá Tina me decía:
- “Shago, breve alístate nos vamos a Otacocha…”
Para mí, esa orden significaba dirigirse al puquio, al manantial, donde se lavaba la ropa. Y era cierto, porque ella acomodaba en el “quintal” una mantada de la ropa sucia cargada a la espalda y en la mano un balde de hojalata con el jabón de pepita y el tableador. Claro, yo también llevaba mi atadito de ropa.
Mas adelante conocí que Otacocha era más grande, más que un manantial y su laguna: había chacras, corrales, caminos y muchos árboles de aliso y eucaliptos. Gran parte de lo que se cosechaba, dependía de las aguas del manantial.
- “… El Juez de agua de Otacocha nos ha dado turno para mañana, entonces vamos a estancar la laguna...”, enunciaba mi papá.
Inmediatamente salíamos con dirección para Otacocha, en 15 minutos estábamos en el lugar asegurándonos de taponear bien la tronera de la laguna, que no salga una gota por la cangrejera, porque mañana desde muy temprano el agua debe alcanzar para regar nuestra chacra de papa maguay.
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Nuestra chacra de Otacocha, con papa maguay |
El centro de gravedad de las actividades era “Otacocha Puquio”; está ligado con el trabajo, con las costumbres, con el folclor, es decir con la idiosincrasia Quipaneña. Su historial y referencias hacen precisamente del manantial de Otacocha un sitio emblemático de Quipan,
El agua brota límpida y casi tibia, siempre constante, aún en épocas de sequía llega a un promedio de 0.7 litros por segundo (1), recoge las filtraciones de los periodos de lluvias y se mantiene con las aguas almacenadas en las represas grande y chica de Huaracani. El agua que discurre del puquio se almacena en una pequeña laguna y es utilizada para riego agrícola. El uso más distintivo siempre ha sido como lavadero. También sirve como bebedero para la ganadería, y sus aguas se usaron en la fabricación de adobes, construcción de casas y consumo doméstico.
Desde el tiempo de los abuelos “el lavadero” consistía en pequeñas pozas rodeadas de piedra, contiguas y directamente abastecidas desde el ojo del puquio. En las postrimerías de los años 50s, con motivo de la construcción de la carretera a Marco que pasa justamente por encima del puquio, se modifica la geografía del lavadero: ahora son 12 pozas de concreto en pares alineadas, abastecidas con tuberías de unos 3 metros, desde el puquio antiguo que quedó completamente tapado.
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Otacocha puquio de ahora, lavaderos deteriorados y abandonados |
Esta modernidad de pilones de concreto sedujo a las lavanderas quipaneñas porque tenían mayor espacio y surtidores individuales. Pero el cambio radical sucedió a finales del año 1974 cuando en Quipan inauguran el servicio de Agua Potable domiciliaria, ya no era necesario ir hasta Otacocha para lavar la ropa, el lavadero como tal cae en el abandono y hasta el deterioro.
Otacocha puquio ha sido el escenario para la libre expresión: el chismorreo y el raje de las mujeres de antaño; un lugar propicio para el desahogo y la opinión, libertad para decir algunas cosas que andaban reprimidas ahí en el alma, coaccionadas por el severo trabajo que les era impuesta por la sociedad (machista) y las costumbres de esas épocas.
El mismo hecho de lavar la ropa, era una rigurosa faena exclusiva de las mujeres; comenzaba en la casa empacando la ropa sucia familiar, cargar en la espalda el pesado fardo hasta Otacocha, refregar la mugre, tender y regresar a cuestas con el paquete hasta la casa. ¡Admirable despliegue de energías!, pero también ¡Que oprobioso e injusto abuso con ellas! Y los varones, y los esposos…, no, eso no era para ellos, para eso tenían a la mujer. Bah…
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Las polleras en el tendedero natural |
Los fines de semana el puquio era muy concurrido, las mujeres se apuraban por ganar el pozo, el lugar más cercano al ojo del manantial donde el agua sale más limpio. Descalzas dentro del agua, primero las ropas grandes entran al remojo, con el jabón de pepita van enjabonando una por una formando una ruma, luego a restregar golpeando contra la piedra o de preferencia usando el tableador (mazo de madera), siguen con el enjuague, el escurrir y al tendedero de los alrededores, sobre los pastos, arbustos o los muros del corralito contiguo. Mientras las ropas grandes van secando, siguen el lavado de las ropas menudas con el mismo procedimiento.
Conforme iban desarrollando poco a poco con el lavado, también iban comentando tal o cual acontecimiento de la última semana, que las andanzas de tal fulano, que las peripecias de tal mengano, que arriba o abajo, que dijo o no dijo, que se fue o que regresó; y así, muchos otros verbos chismorreados, por cierto, alterando o magnificando lo que realmente habría sucedido, como para darle más énfasis al discurso. Era como dice en la canción: “… se comenta de la triste vida que llevas y se publican tus amores”.
Y también venía el desahogo:
- Hay comadrita que bonito, tu lavas ropa livianita, en cambio yo tengo que lavar esta porquería, esta mugre del sinvergüenza de tu compadre Juan; ¡Ave María!, a ver, por qué no manda lavar con esa su chola cabezona.
Y arremetía con el tableador una machacada de alma sobre el pantalón del susodicho. Claro que después rechinando tenían que dar puntadas para reponer los botones que salían volando o zurcir alguna costura reventada.
El manantial también ha sido testigo de las expresiones de amor de mis paisanos. Una tarde de media semana, serían como las 5.30 pm, regresaba de dejar las vacas en el corral de Shantán, al pasar por el camino encima del puquio, escuché voces y risas que llamaron mi atención. Agazapado me fui acercando hasta el borde para poder escudriñar mejor; allí sentados sobre las piedras y con los pies en el agua estaban los tíos Gildardo y Lola, recientemente casados, los jóvenes ensimismados el uno del otro como si el mundo fuera solo de ellos dos, salpicándose en el rostro gotitas de agua con los dedos y chapoteando con los pies, él entonaba con voz melosa la tonada de “La Sonora Matancera”:
- “Dame, dame, dame un besito, con tu boca linda y bonita”
Ella graciosamente contestaba:
- “No, no, no. ¡Ja, ja, ja…!”.
Qué romanticismo, es lo que pienso ahora; pero en esos tempos para un niño de 6 años todo eso sonaba a lisura; tuve que irme tan sigiloso como llegué.
Para llegar a Otacocha había que tomar la salida por Soncococha, uno de los caminos principales del pueblo; desde la cruz 100 metros de bajada es bastante sinuosa allí se bifurca con la vía que conduce hacia Canin y Marco. Desde este punto hasta el manantial el camino es plano, en cambio la bajada hacia Canin por “el callejón” es escabroso, muy empinado y difícil especialmente en la temporada de lluvias. Esa era la ruta para llegar a nuestra chacra y había que tomarla para realizar las labores agrícolas o para pastar el ganado.
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Escabroso camino de Otacocha. Conduce a Canin y Marco |
Hoy, después de poco más de medio siglo, regresamos de “turistas” con la familia para volvernos a encontrar con Otacocha puquio: allí están las mujeres, allí el viejo shaulle, las piedras, la pared y el corralito que eran los tendederos, cierro los ojos y me imagino el puquio y el suave chapoteo del agua limpia que sale a la poza y aún logro escuchar el parloteo agridulce de las abuelitas que dieron fama a Otacocha Puquio de antaño.
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(1) Según estudios realizados en 1971 con motivo del proyecto Agua Potable para Quipan. Referido por Moisés Estacio C. en su artículo “Quipan y el Agua Potable”, 2015.
Estimado Shago:
ResponderEliminarQue bonita y amena descripción que nos has regalado. Leyendo tus palabras he visto contigo las escenas que de niños percibíamos en Otacocha. Era el lugar donde las noticias del pueblo se podían recibir y compartir. Una noticia era más cierta si es que venía de Otacocha.
Me encantan los versos de la hermosa canción; alegre, juguetona, dulce encantadora canción.
Me he deleitado con la lectura de este artículo. Gracias por hacernos recordar esos hermosos momentos en Quipán.
Estimado Shago para saludarte y felicitarte por tu narracion de las costimbres de nuestro pueblo.
ResponderEliminarEn esa epoca en donde no se escuchaban noticieros como ahora nuestras madres y mujeres tenian la opcion de enterarse de lo ultimo de los problemas de las familias asi como tambien de los amorios extra conyugales y hasta como soltar opiniones sobre hechos como sequias, lluvias, cosechas, accidentes hasta accidentes y muertes sin origen definido.
Asi como has narrado sobre lo que fue Otacocha para los quipanistas, te sugiero continuar en esa linea en temas como el trasteo a las lomas, la siembra de papas de barbecho, las faenas para el mantenimiento de las asequias, la siembra y cosecha en el maizal, las faenas de carreteras y caminos el incluso la construccion de las casas y otros....
Tienes mucho que escribir los cuales quedaran y conformaran los contenidos de un libro a titular "Este es mi pueblo -Quipan".
Adelante!!!