UN CORONEL DE ARMAS TOMAR
Autor: TITO ZAVALA GUADAMINO
Transcurrían los años de la
década 1940 – 1950 en el pueblo campesino de Quipán, Canta.
Mi madre, Lida Guardamino Delgadillo y mi
padre Nicanor Zavala Gonzales decidieron mejorar ostensiblemente el fundo que
mi madre heredó en la quebrada de Huancutí debajo del maizal de Ireycha haciendo
plantaciones de árboles frutales de buena calidad para avanzar en la agricultura
y no solo seguir sembrando maíz, papas o alfalfa para el ganado vacuno.
Mi padre se capacitaba mediante revistas y boletines que les enviaba la
Sociedad Nacional Agraria del Perú dado
que mi padre formó un club de comuneros adscritos a esta Sociedad.
Entonces, junto a otros comuneros se dirigieron a la
zona de Cañete, por Mala y trajeron plantones de manzanas San Antonio,
melocotones de buena calidad, membrillos, limas y limones para desarrollar su
huerta familiar.
Dice mi padre que eso sucedió
el año que yo nací; pero lo que no está claro es si yo nací en Huancutí o me llevaron a ese fundo cuando tenía pocos
días de nacido, el caso es que yo me he criado en esa quebrada, libre y cerril hasta que cumplí los 5 años y podía
matricularme en el Jardín de la Infancia 315 que se inauguró en Quipán por esos años siendo su
Directora Fundadora la Maestra Guillermina Garró Garró.
Por entonces como ya mi familia se trasladaba al fundo de
Huancutí en forma permanente sus familiares les obsequiaron dos mascotas pequeñas:
un perrito de color caramelo que le pusieron por nombre CORONEL y una gatita de
color gris con manchas blancas y que la llamaron PERLA.
Mi madre que no era muy aficionada a criar mascotas los aceptó porque eran regalos que la hacían para que los acompañasen en la quebrada, en el camp. Cuando yo iba creciendo y ya razonaba con inteligencia le denominé al perrillo CORONEL ZAVALA y a la gatita PERLA GUARDAMINO. El perrillo adquirió el color típico de un leoncito y como su tamaño era bastante impresionante parecía un señor león; la gatita PERLA también crecía y se ponía muy hermosa creciendo en esos campos y bosques de sauces frondosos.
Coronel Zavala tenía una leve
cojera en una pierna pero era muy ágil y bullanguero y tenía
una voz estentórea que infundía respeto a los que lo miraban y la huerta se iba formando cada día más
frondosa. Ya los manzanos comenzaban a florecer y los melocotones plantados
alrededor de las paredes del contorno adquirieron gran tamaño y también florecían
que eran un primor.
Vino pues la primera
floración y comenzaron a salir las manzanitas y los melocotones, tendría yo pues unos 3 años y medio o cuatro y
mi tarea era ir todas las mañanas a “pajarear” a las avecitas voraces que
comenzaban a antojarse nuestras manzanas olorosas; con un chicotillo y con un palo con una lata
vacía en su extremo como una campanilla yo iba golpeando con otro palo a la lata y
dando vueltas por la huerta daba cumplimiento a mi labor de “pajarero humano”…
Cuando se comenzaba a visualizar una buena
producción de manzanas rojitas, olorosas y muy sabrosas…mi padre les hizo a
cada manzana una envoltura de papel para que las “mucas” no intentaran banquetearse con ellas…las “mucas” eran unos
marsupiales como “canguritos pequeños” que vivían en los montes y cargaban a sus
hijos en una bolsa natural que tenían en su panza al igual que los canguros.
Así se formó la huerta de
manzanas y melocotones de Huancutí en los terrenos de mi familia.
En las partes vacías de las
chacras, se sembraban las verduras y plantas aromáticas: lechugas, cebollas,
beterragas o llamadas remolachas, coles, tomates, limones, hierba luisa,
espinacas, arverjones, etc., etc. En la casa nunca faltaron las verduras
frescas y ecológicas y cuando ya yo subía al pueblo de Quipán para estudiar en el Jardín
de la Infancia junto a mis hermanos mayores salíamos a vender en unas canastas
los productos de verduras y que tenían muy buena aceptación…Qué bonitos tiempos
aquellos…
Resulta que el Perrito
Coronel Zavala que ahora era un gran perrazo imponente como un león nos acompañaba siempre tanto en el pueblo como
en Huancutí. Cuando estábamos en el pueblo y como nuestra casa estaba frente a
la Plaza de Armas, en las noches Coronel
Zavala era el dueño de la plaza y ladrada estentóreamente junto a su hermano
gemelo el perro llamado TALCO por su color blanquecino y eran dos mastines de temer…los paisanos tenían
temor caminar por la Plaza de Armas en las noches.
La gatita Perla Guardamino,
creció y estando solterita y casadera en Huancutí y al no haber vecinos que
criaran gatitos domesticados, fue raptada por un gato montés y ella desapareció
una noche y se volvió una gatita montés.
El perrillo Coronel era muy
curioso y se aprovechaba muy bien de su carisma…Como subía al pueblo de Quipán
acompañando a mi padre, cuando mi padre visitaba a sus hermanas Lucinda o a
Isabel o a su hermano Manuel Anatolio, el gran perrillo Coronel era muy bien
atendido y seguramente eso le gustaba…Mi padre nos contaba años más tarde que Coronel subía al pueblo cuando quería
saborear otros platillos. Se aparecía de
pronto en la casa de una de las tías y era muy bien atendido pensando que seguramente
mi padre ya se llegaría a visitarlas…mi
padre no llegaba y las tías se preocupaban por eso, Coronel pues salía de una casa de la tía y se
iba a visitar otra casa familiar y en las tardes ya se desparecía; lo que pasa
es que ya satisfecho con sus buenos platillos Coronel se regresaba a Huancutí y
nadie se imaginaba lo que había hecho.
Esta es pues la historia del
perrillo CORONEL ZAVALA y de la gatita
PERLA GUARDAMINO. Historias de cachorritos…historias de la vida…
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